Las separaciones son instantes es lo que experimentamos la pérdida de algo o alguien y muchas veces nos sostenemos en el pensamiento de no poder salir de esta situación.
Una separación, por definición es tomar rutas diferentes, entonces, es un recordatorio emocional que me repite una y otra vez que ya no estaré más tiempo en una situación o que habrá un distanciamiento físico de ciertas personas.
Las separaciones se parecen mucho a los duelos pues manifestamos emociones como tristeza, ira, culpa, miedo al proceso de seguir adelante sin algo o alguien y esto nos lleva a una gran inestabilidad emocional respecto a nuestro futuro o lo que estamos dejando atrás.
La buena noticia es que si sentimos dolor, angustia, incertidumbre, posiblemente quiere decir que somos seres humanos con sentimientos, tal vez no del todo acertados, pero el sólo hecho de vivir y sentir nos enmarca en el hecho de nuestra frágil humanidad – inmortales y sin control alguno del contexto – y darnos cuenta de ello duele.
Muchas veces al separarnos lo que verdaderamente duele es el apego, la costumbre, la necesidad de estar acompañados o el miedo a la soledad, cada elemento mencionado viene desde la necesidad, la cual se ubica en mis estados más mentales que emocionales.
Visto de otra forma, la separación hace que toquemos la sensible fibra del cambio, de percibir algo nuevo para lo cual creo no estar listo o el rechazo de volver a una rutina que muchas veces tiende a ser insostenible. Además, el cambio trae implícita las palabras esfuerzo o dimisión, algo por hacer o dejar de hacer y no todas las personas están dispuestas a pasar por ello. Para clarificar este punto podemos decir que someterse a una cirugía muchas veces implica renunciar a algo, así sea dejar ir a una enfermedad, y que esto genera un cambio y que este de cierta forma nos trae dolor, incluso en la sensación del miembro fantasma – dolor en la
extremidad que físicamente ya no se encuentra allí – hay una negación, ira y aceptación respecto a esta modificación, a nivel emocional y energético, renunciar a una parte que me pertenecía duele, aunque hubiese sido lo mejor para la salud.
Crecer duele, la transformación también aflige, entonces ya comprendemos que distanciarnos de seres amados, ya sean separaciones por conflictos personales (pareja, amistades, familia, trabajo), migraciones voluntarias o no, pérdida de un ser querido, etc., suele expresarse con tristeza, angustia, stress, ansiedad, crisis de pánico e incluso depresión.
Por lo tanto, afrontar la separación con equilibrio, paz y racionalidad está en nuestras manos y para ello precisamos:
- identificar qué es lo que realmente nos duele, reconocerlo y aceptarlo, si ignoro el “qué” no hay forma de trabajar con el “cómo”.
- ¿con qué situación o emoción relacionas el evento? Ej. Abandono en la niñez, entonces es por ello que cada separación por más pequeña que sea, se la vivencia como abandono.
- nos preguntamos si este evento ya lo vivimos antes y si fue superado, de ser así, ten la seguridad que saldrás de este nuevo desafío y si no, empieza a trabajar en el pasado.
- tener conciencia de con qué recursos cuentas, reactiva tu vida con la lectura, escritura creativa, caminatas, meditación, estudiar algo nuevo o simplemente supervisar tu alimentación y ejercicio
- encontrar la honestidad para aceptar si se precisa ayuda externa y acudir amigos, grupos de terapia y espacios espirituales.
- exterioriza tus emociones, no guardes nada para mañana, habla, llora, grita si es preciso pero saca de ti esas emociones que no le hacen bien a tu ser.
- practica la autocompasión, este sentimiento de empatía y acción para aliviar el sufrimiento de los demás, ponlo en práctica contigo mismo.
- sé tu mejor amigo, tú eres quien mejor te conoce y sabes qué es lo que más te gusta y qué te hace daño, entonces actúa como la persona que te ama y haría todo por ti, no lo busques en el otro, confía que tú tienes lo necesario para recuperarte.